Escuela para padres

REFLEXIONANDO CON LOS PADRES 

Familias siglo XXI: modelo para armar

La sociedad cambió y hoy, a las familias de estructura tradicional, se suman otras: hijos con dos papás, parejas con chicos de matrimonios anteriores o mamás que ejercen en soledad son sólo algunos de los casos posibles. Protagonistas y profesionales analizan este fenómeno de la modernidad

 

Modelo para Armar

Cómo se llama la nueva esposa del padre de la madre? ¿Y los medio hermanos del marido de la madre? ¿Y el tío del hijo de la mujer del padre? . Hay parentescos que todavía no tienen nombre, aunque en la práctica las relaciones existen y los nuevos vínculos van ganando espacio en los álbumes familiares.

Hijos extramatrimoniales; parejas que deciden no tenerlos; mujeres solteras que quieren tener hijos y criarlos solas; padres separados que conviven con ellos los fines de semana; hogares donde las mujeres son las principales proveedoras económicas; parejas que traen al nuevo hogar a sus hijos de matrimonios anteriores; hijos que sostienen económicamente a padres no tan mayores. Todos son ejemplos de un mismo fenómeno: familias que, por diversos motivos, escapan del modelo tradicional.

"La familia argentina está transitando el camino que ya recorrieron otras sociedades de mayor desarrollo -dice Catalina Wainerman en el libro Familia, trabajo y género, un mundo de nuevas relaciones, editado por la Unicef y el Fondo de Cultura Económica-. Disminución del número de miembros, aumento de las uniones consensuales, postergación de la edad para casarse, pérdida de popularidad del casamiento civil, ni hablar del religioso, y reemplazo por uniones de hecho, sobre la base del amor."

Según Sergio Sinay, terapeuta y autor de varios libros sobre el tema (el último es Vivir de a dos), cuando no nos sentimos obligados a reproducir y mantener un modelo rígido de familia es cuando mejor estamos preparados para cofundar un verdadero espacio de amor. Desde esta perspectiva, como no hay dos personas iguales, cada vez que dos individuos inicien una familia construirán algo nuevo, inédito.

"Si uno cree que la familia es un fin en sí mismo -continúa Sinay-, corre el riesgo de sostener una estructura por la estructura misma, aunque la dinámica del vínculo entre los integrantes la vacíe de contenidos trascendentes y de valores afectivos. La creencia de que una persona no se completa como mujer o como varón si no forma una familia es generadora de insatisfacción y de buena parte del malestar afectivo que tiñe las relaciones de hoy."


Crisis y Adaptación

Los cambios sociales más recientes han provocado modificaciones en la estructura tradicional de familia, hasta el punto de generar verdaderas crisis. La incorporación de las mujeres en el mercado laboral hizo que muchas se vieran obligadas a compaginar el trabajo remunerado con la dedicación a las labores domésticas.

Además, según Wainerman, los cambios ocurrieron en un clima de valores que entronizó el individualismo, la autonomía y la realización personal: "Se consagró el derecho a ser íntegramente uno mismo, a desarrollar al máximo las propias capacidades respetando los deberes para consigo antes que para las tradiciones".

Esa ruptura con los mandatos sociales comenzó a reflejarse en las estadísticas. En América latina, las tasas de fertilidad bajaron casi a la mitad desde los años 60, según datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). En nuestro país, el promedio de hijos pasó de 3,2 en los años 60 a 2,3 por pareja en la actualidad, muy cerca del nivel mínimo requerido para el reemplazo intergeneracional (dos hijos por pareja).

"Algunos matrimonios deciden no tener hijos porque se sienten afectados por la situación económica, y por la falta de proyección de futuro que observan en nuestro país. Entre los factores más personales está el hecho de querer vivir más en libertad", dice Jorge Garzarelli, psicoanalista y docente de la Universidad del Salvador. Los cambios implican nuevos desafíos, como en el caso de las familias ensambladas, en las que uno o ambos miembros de la pareja llegan con hijos a la nueva relación.

Todos suman

Dora Davison es médica, terapeuta familiar, autora de Familias ensambladas (Editorial Dinámica) y presidenta de la Fundación Familias Siglo XXI, entidad privada sin fines de lucro creada en 1995 con el objeto de proveer educación, asistencia psicológica y redes de apoyo a las familias que se conforman a partir de la nueva relación de un progenitor.

"En principio -observa Davison respecto de la convivencia en una pareja en la que ambos traen hijos de un matrimonio anterior-, cuentan con la ventaja de tener una mayor comprensión acerca de los sentimientos del otro, o de lo que le pasa al otro respecto de sus hijos. Pero también puede ocurrir que ambos quieran imponer sus propios criterios de crianza y las relaciones terminen en un campo de batalla. Por eso es muy importante que antes de la nueva unión conversen acerca de las ideas que cada uno tiene respecto de cómo deben ser educados los chicos y qué valores transmitirles. Lograr acuerdos hace la gran diferencia en las familias ensambladas."

Según la especialista, en una familia tradicional hay sólo dos adultos en función parental: padre y madre. Y en una familia ensamblada -una situación que, en los sectores medios y altos, representaría al menos el 25 por ciento de las uniones- hay como mínimo tres: padre, madre y padrastro o madrastra, cuando no cuatro: padre, madre, padrastro y madrastra. "Si a esto se agregan otros familiares, como abuelos, tíos o primos, nos damos cuenta de que la estructura y la dinámica de la familia ensamblada es bastante compleja. Los autores franceses hablan de una constelación familiar. Por otra parte -agrega-, las relaciones no se dan espontáneamente, como en las familias tradicionales, sino que demandan esfuerzo y tiempo. Lleva entre cuatro y siete años hasta que la familia se estabiliza y aparecen los sentimientos de pertenencia e identidad familiar."

Cabe preguntarse cuáles serían, entonces, las diferencias más significativas entre las familias de estructura tradicional y estos nuevos modelos emergentes. En este sentido, Davison apunta: "La primera diferencia salta a la vista: los padres biológicos no viven juntos, ya sea porque previamente hubo un divorcio o separación o la muerte del otro progenitor. Por lo general, los chicos no viven en tiempo completo en el hogar, sino que transitan entre el hogar de la mamá y el del papá. En las familias ensambladas que funcionan bien, los adultos a cargo no imponen indistintamente de entrada la disciplina. Las reglas en un comienzo son acordadas por la pareja y las hace cumplir el progenitor hasta tanto se cree un vínculo entre los chicos y el nuevo miembro".

A pesar de las dificultades que puedan presentarse, Davison cree que es posible integrar dos familias en una nueva. "De hecho -dice-, las familias ensambladas existen y son cada vez más. Emily y John Visher -fundadores de la Stepfamily Association of America- llaman familias ensambladas exitosas a aquellas que han manejado con efectividad las necesidades de sus miembros, de modo que la mayoría de ellos están satisfechos con su nueva constelación familiar."

Sin embargo, existe una multiplicidad de factores por los cuales la experiencia podría fracasar. "Es muy importante -advierte Davison- que los padrastros y madrastras no asuman el rol de padres o madres sustitutos. Otro punto es que no se hable mal del otro progenitor en presencia de los chicos. Y además hay que tener en cuenta que los hijos sufren siempre cuando los padres se separan. Muchos esperan que vuelvan a vivir juntos. Cuando un progenitor se casa nuevamente, deben renunciar a eso y se sienten decepcionados. Las madrastras y los padrastros deben estar preparados para los primeros rechazos de su hijastro y no tomarlos como una cuestión personal. Hay que darles tiempo."

En suma, los cambios sociales han traído sistemas familiares que han complejizado el modelo tradicional y que implican más vínculos y personas involucradas.

Para Saber más

Fundación Familia Siglo XXI. Tel. 4964-2050. E-mail: familias@interserver.com.ar
• www.saafamilies.org
Por : Carmen María Ramos y Valeria Burrieza


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