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16/07/2020
*Por Pilar Miranda
Para mis quince años pedí una cámara profesional en vez de la típica fiesta o viaje y jamás pensé que mi vida cambiaría completamente. El primer año lo dediqué a aprender lo básico y a practicar, siempre de manera autodidacta.
Al año siguiente, cuando ya tenía bastantes fotos, un amigo me convenció de crear un Instagram de fotografía. Allí mi vida comenzó a cambiar, cuando subía una foto inmediatamente me llegaban mensajes privados consultándome cuánto cobraba por las sesiones Al principio me desconcertó, no podía creer que había gente interesada en pagar por lo que, para mí, no era más que un hobbie. En ese momento entendí el impacto de esta red social y el provecho que le podía sacar.
“Cosechar para poder sembrar”. Para los que trabajamos con las redes, es necesario al comienzo tener que trabajar de manera no remunerada para que nos “etiqueten” y nuestro trabajo llegue a más personas. En mis primeros años como fotógrafa, esto fue algo muy común, el conocido “canje” con modelos o marcas.
Trabajas con una modelo, ella tiene muchos seguidores y te empiezan a conocer a partir de eso. Tampoco es menor el hecho que, en las redes, hay modelos con mucha influencia y por el simple hecho que vos les hayas sacado fotos, otras personas van a querer tu trabajo.
Sin embargo, más allá que me estaba yendo bien, el giro más rotundo se dio cuando unifique mis dos cuentas de Instagram. Con tan solo dieciséis años cubría fiestas de quince, por lo que cuando los clientes entraban a mi perfil y veían mis trabajos, nadie se imaginaba que tenía con suerte un año más que la cumpleañera. Me llovían consultas tales como: “¿dónde queda tu oficina?”, y me di cuenta que algo no estaba funcionando. No podía ser que la gente piense que la persona detrás de la cuenta tal vez tendría treinta años. Llegué a la conclusión que debía empezar a mostrarme, que la gente no solo vea mis trabajos sino que también vean quien los hace, no solo subiendo selfies, sino también mostrando mi día a día, mis salidas, mis amigas, mis gustos, todo.
El giro dado al perfil no solo aclaró las confusiones respecto a mi edad, sino que hizo cuadriplicar la cantidad de seguidores. El hecho de “caerle bien” a mis seguidores y poder crear un vínculo con ellos, logró en meses lo que no había podido lograr en años. A partir de este gran cambio y los años de esfuerzo, podría decir que no hice más que cumplir mis sueños y objetivos.
Hace unas semanas logré trabajar para la marca de indumentaria 47 Street y también me surgió una propuesta de Sarkany. Logré cosas que nunca pensé que podía alcanzar con tan solo diecinueve años, por que como dijo el fotógrafo estadounidense Ralph Gibson: “…el propósito de la fotografía es representar en términos visuales, sentimientos y experiencias que usualmente eluden la habilidad de las palabras para describirlas. En cualquier caso, los ojos la tienen, y la imaginación siempre se elevará más allá de lo esperado”.
*Alumna de la Licenciatura en Publicidad